No existe otra cosa,
además de la estática
que su dolor repetitivo
de las tres de la tarde.
El teléfono aunque no repique
lo contesta siempre con malas noticias.
Ella llora y come pan a pedacitos
con el café frio de la mañana.
Le tiemblan las manos
y deja migajas por toda la mesilla;
la blusas de la abuela están llenas
de manchas que no va a lavar nadie.
Porque como dios
tiene los ojos
vertidos
hacia ella misma
desde hace tiempo.
Me gusta un monton, en especial el inicio.
ResponderEliminarMuy buena forma de empezarlo.
En to'as!