Tristísimo el ojo de mi abuela
que es el océano
y tiene forma de lágrima.
Mi pared es una especie de antena.
De este lado recibimos su dolor;
esa porción de sal
que nunca es expuesta
a la luz del día.
Mi hermana menor se le acerca
y acaricia repetidamente el plywood.
-Ya abuelita, ya. Le dice suavecito
al oído de la pared.
En el otro cuarto
el piso empieza a secarse
en el más bello
de los silencios.
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