viernes, 27 de febrero de 2009

Quiero sostener su mano o La llamada fantasma

No existe otra cosa,
además de la estática
que su dolor repetitivo
de las tres de la tarde.

El teléfono aunque no repique
lo contesta siempre con malas noticias.

Ella llora y come pan a pedacitos
con el café frio de la mañana.
Le tiemblan las manos
y deja migajas por toda la mesilla;
la blusas de la abuela están llenas
de manchas que no va a lavar nadie.

Porque como dios
tiene los ojos
vertidos
hacia ella misma
desde hace tiempo.

jueves, 26 de febrero de 2009

Ahí viene el sol o El síndrome del reflejo adverso

A esta hora nadie sabe que existe.
La abuela es una pata más
del comedor falso que llamamos desayunador.

Cada quien está en su plato
como si las sobras fueran parte
del mundo que nos robaron
los años pasados.

Ella dice
que nos estábamos comiendo
sus ovarios.

Alguien se levanta para lavarse
las manos.

A mi me dan ganas de vomitar.
Tendría que hacerlo:
de afuera
hacia
adentro.

No me detengas ahora o El arte de la Fotografía

Cuando una se hace vieja tiene que acostumbrase
a que la gente no esté
a que la gente se vaya
a que la gente en las paradas de buses o
en las puertas de los carros
te digan que van a visitarse
o
a escribirte o
llamarte
a que la gente se pase la vida
repitiendo las mismas palabras al despedirse

cuando una se hace vieja
además
tiene que acostumbrarse
a ver en las fotografías
manchas que te recuerdan
a toda esa gente
que promete cosas
que una se queda
esperando

viernes, 20 de febrero de 2009

Mañana nadie sabe o La humedad en el piso es salada

Tristísimo el ojo de mi abuela
que es el océano
y tiene forma de lágrima.

Mi pared es una especie de antena.
De este lado recibimos su dolor;
esa porción de sal
que nunca es expuesta
a la luz del día.

Mi hermana menor se le acerca
y acaricia repetidamente el plywood.
-Ya abuelita, ya. Le dice suavecito
al oído de la pared.

En el otro cuarto
el piso empieza a secarse
en el más bello
de los silencios.

sábado, 14 de febrero de 2009

Bastante Sospechoso o Debajo de todo esto está la abuela

Gritando que nos parió a todos
después de tomar en el bar de siempre.
Que luego del cuarto ron al hilo
le detonaron los ovarios aquellos hombres
mirándola acomodados en la barra.

Pasó dos meses sacándonos
de su interi
o
r .

Abajo, en el sótano,
ahora hay tanta gente
que ella ya no quiere abrirnos para verla.

Grita que no es posible, con su edad,
después de anudarse las trompas
y las t de sus manuscritos.
Que ya no está para estos trotes.

La abuela se desahoga pero no se calma.
Al parecer se escapó al mismo bar
una de estas noches.

Mi madre fuma y no parece importarle el escándalo.
Cuando se pudre todo,
dice entre el h u m o,
lo mejor es disimular quemando
algo.

miércoles, 11 de febrero de 2009

La felicidad es un arma tibia o su fría temple en la mañana

El reloj se hizo añicos contra la pared de arena.
La abuela lo barrio
para que nadie se cortara las piernas
ese mismo día.

En la ac e r a
el sol se refleja dentro de la casa
en los pequeños tramos de vidrio;
la abuela los mira
como si no conociera
qué es la cu
l
pa.

A e Ma í a

Después la encontré sepultando
un cigarro extinguido
en el cuart
o
el ave María se escuchaba
en los lapsos en que el air e
s
e filtraba por su boca.

A e Ma ía
ve aría

Si le entendía las palabras
donde explicaba que la Virgen
no fumaba por ser eso
un pecado.

Antipatía por el diablo o ella está sin ropa ante la sala

L
a abuela tiene una flema en su
esplendor
que la hace hablar
entrecortado.

De ese episodio en la bañera
solo recordamos
los charcos por los pasillos de la casa
su lengua golpeándole el paladar
y el disentimiento de toda la familia
ante
s
u propia impotencia.